El Tai Chi Chuan es un arte marcial originario de la antigua China. Su creación es atribuida a un monje taoísta llamado Zhang San Fen, alrededor del siglo XIII. Se cuenta que, en una ocasión, observó la lucha entre una grulla y una serpiente. Los ataques directos del ave fueron rechazados por la serpiente que contraatacaba con rapidez y potencia gracias a la inercia de sus giros hábiles. En este combate, Zhang observó la eficacia de los movimientos circulares y comprendió la esencia de la interacción entre dos polaridades opuestas. Así fundó la base del Tai Chi Chuan.
En este arte se aglutinan todos los conocimientos metafísicos sobre la energía universal y la anatomía humana de los antiguos taoístas. El Qi, la energía, es el elemento constante en la práctica. En el Tai Chi Chuan, la energía está considerada como tal, sin misticismo, una fuente que nos proporciona vida. Es el aire que respiramos, es el calor que percibimos, es la luz que vemos; todo nuestro ser es una manifestación energética. Al practicar, simplemente nos volveremos más conscientes de su existencia y de su importancia para nuestro cuerpo y mente.